Como en la vida misma, todo está sujeto al punto de vista con el que se encaren las miradas. Un mismo objeto, una misma idea, una misma sensación, producen en un receptor diferentes percepciones. Ya sea por el ruido en el canal, ya sea por la situación del receptor, el emisor nunca sabe si lo que quiere expresar va a ser correctamente descifrado. O, al menos, como él quiere que lo sea.
La tipografía, desde su punto de vista formal, y también del conceptual, no es ajena a estos condicionantes de la comunicación y el entendimiento. Y es ahí donde entra nuestra propuesta. La simple demostración de que todo concepto puede ser disociado de su idea original con un simple movimiento de ojos. Una palabra puede ser dos. O ninguna y ser una. Pasar de ser formas a conceptos.
Jugando con los puntos de vista, en lo tridimensional se ve bidimensionalidad. Sacar de contexto la tipografía, un contexto que por su natural funcionalidad, la de formar palabras, siempre la ha situado (a la tipografía) en el terreno de lo plano.
Una manera de hacer reflexionar a quien quiera mirar. Una manera de demostrar lo dicho en la introducción. Un mismo mensaje puede tener tantos significados como receptores encuentre. Incluso más, dependiendo de los canales. Y eso se traslada inmediatamente a la realidad social, en lo político, en lo espiritual, en lo cultural.
jueves, 30 de octubre de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
muy bien, chaval, mira tú qué bonico!!!!
;)
Que macu!!! :D
Publicar un comentario